Querido peregrino, tu paternidad es al mismo tiempo una gracia, un don de Dios; una tarea prioritaria a tiempo completo; un mensaje para tantas familias destrozadas en una cultura que quiere acusar al padre, lo que algunos llaman el ‘asesinato del padre’.

San José os dice a todos en este día: ‘Sé hombre. Sé un esposo. Sé un padre”

Hombres, en la peregrinación de padres de familia

“En un momento en el que las identidades antropológicas son cada vez más borrosas y frágiles, agarradas por la sacralización del yo y la sobreoferta dada al patetismo, esta llamada bíblica de ‘ser hombre’ resuena especialmente para nosotros a través de la figura tutelar de San José . José nos invita, como en Bessillon, a levantar la roca de nuestra vida, una piedra cargada de batallas, dudas, pruebas, ‘astillas en la carne’ (2 Cor, 12) para que fluya agua clara y fecunda donde los que nos rodean puedan beber”.

“’Sé un hombre’ siguiendo a San José”, José, este hombre humilde que no busca sobrevalorarse a sí mismo ni presumir en la vanguardia de la historia, sino que siempre se aparta. José, este hombre paciente que confía en la fidelidad de Dios y que sabe distinguir lo urgente de lo importante. José, siempre disponible para llamadas desde arriba que confunden nuestras proyecciones y pronósticos personales”.

“El hombre contemporáneo se niega a permitir que la vida sea recibida a través de mediaciones. En primer lugar, la de nuestros padres (pero no somos nosotros los que decidimos nacer). Para liberarse de sus raíces y de todos sus antecedentes, el hombre posmoderno descarta modelar figuras con las que podría identificarse para volver en sí. Sin embargo, este es el testimonio de los santos. Su viaje de vida inspira el nuestro. Siguiendo sus pasos, caminamos hacia Dios más rápido y más profundo, tomando el rumbo que hicieron en dirección al Cielo. San José para nosotros es ante todo un testigo, y no un ídolo. No retiene para sí la luz divina que recorre su vida. Esta luz lo encuentra tan humilde, casto y confiado en Dios que no opuso resistencia”.

«El segundo de este desafío es ser también marido. Es un inmenso honor que Dios conceda al hombre encomendarle la que será ‘hueso de tus huesos, la carne de tu carne’”.

“Es en esta alteridad donde se vincula una intimidad de carne y alma entre el hombre y su cónyuge, con miras a una fecundidad común. La alianza marital permite que el otro me conozca, pero también que me revele a mí mismo, sin engaños, sin prejuicios. El Señor bendice esta alianza que se ha convertido en sacramento, es decir, en signo por el cual Dios se revela. Se dice que Cristo está en la unión de dos seres que se casan, y Él mismo viene a purificar, expandir, apoyar su amor haciéndolo más verdadero, más fiel y más fecundo. La mujer es un límite para el hombre, ella limita su ego, su pretensión de ocupar todo el espacio. Pero además, lo complementa. Ella es su oportunidad porque lo abre a un más allá de sí mismo, a la vida que surgirá de su unión. Lo abre a Dios y a la vida”.

“No se puede ser padre si no se es ante todo cónyuge, si no se tiene un cónyuge sin el cual la concepción de un hijo es imposible. Sin la madre, el padre no puede transmitir la vida, prolongarse la existencia a través de la descendencia. Sin la madre, el padre también se ve rápidamente impotente para asumir su tarea educativa”.

El tercer desafío es el de ser padre. “’Sé un hombre’, ‘sé un marido’ para ser un día padre. La ausencia del padre por rupturas familiares, su alejamiento físico, absorto como está por su vida profesional o por sus compromisos… Todos estos factores, todas estas carencias de imágenes paternas fuertes e inspiradoras sacuden los cimientos antropológicos y educativos en nuestras sociedades que por un lado disfrutan difuminando identidades, castrando y desvirilizando a los hombres, y por otro lado esclavizando a las mujeres, hasta el feminicidio. Por el contrario, el papel de la autoridad paterna es asegurar, garantizar y validar los fundamentos y principios invariantes esenciales en la construcción psíquica del niño”.

¿Qué enseña San José sobre la paternidad ?

“Mientras que la maternidad constituye un acto de encarnación en el primer sentido del término (encarnarse en la carne y en la carne de nuestra madre), la paternidad es un acto de adopción que significa acogida, reconocimiento. La madre ‘conoce’ desde dentro de un significado etimológico del verbo conocer. De ella nace el niño. El padre, por su parte, ‘reconoce’. En la tradición judía (que el Evangelio informa sobre José), es el padre quien da el nombre, es decir la identidad, da fe de la unicidad del niño, de su existencia en ningún otro igual”.

“Querido peregrino, ‘sé padre’ a través de tus consejos, pero ante todo a través de tu constancia en la vida, a través de las exigencias que llevas. ‘Sé padre’ por la calidad de tu presencia, el tiempo precioso que ofreces a todos sin prejuicios, por la mirada benevolente y providente que llevas a los miembros de tu familia y en particular a los más vulnerables. Una mirada libre que no aprisiona a los demás, sino que, por el contrario, se libera del fatalismo y es resiliente y llena de esperanza. La mirada de un padre pródigo que sabe que el amor de Dios es mayor que lo que nos separa de él. Cada niño espera una bendición de su padre, es decir, reconocimiento, misericordia, aliento, una llamada a amar. Queridos padres, vuestra paternidad se refiere a algo más grande que ella misma, a la paternidad de Dios que es su fuente. La ‘paternidad no es un ejercicio de propiedad, sino que se refiere a una paternidad superior’, como señaló Jesús cuando dijo a su pueblo: ‘Toda potestad me es dada desde lo alto’”.